XXX
2023

XXX
Pareciera que desde hace mucho vivimos bajo el “triunfo de la pornografía”1: la representación fidedigna del objeto y el poder observar todas sus características, es decir su transparencia2, nos generan estímulos de capital erótico; donde incluso necesidades básicas se convierten en herramientas de la economía del placer. La hipersexualización recubre y empapa todos los campos de la vida, se posiciona como una de las más grandes herramientas de mercadotecnia y es una de las principales piezas en el engranaje de la sociedad actual. La era de la lujuria silenciosa - y ni tanto - nos lleva a buscar la experiencia de emociones intensas y placenteras en donde quiera; hemos logrado erotizar la vida cotidiana, siendo uno de los mejores ejemplos, la comida.
El placer de comer no es nuevo ni desconocido, pero ¿qué es esta sensación visceral que nace en mí después de ver el queso derretido en esa hamburguesa? En otro momento de mi vida no me parecería normal generar este deseo casi desmedido frente a un lácteo, pero tomando en cuenta que actualmente nos revolcamos sobre el fresco lodo del sistema de consumo y el hedonismo desmedido, puedo vivir con ello.
María Rébora explora las posibilidades visuales de someter la “transparencia” de la imagen técnica a la abstracción, y su posibilidad metafórica. Dejar de lado el delirio de la verdad en lo transparente y recurrir a la re-erotización de aquello que se muestra sin censura, también requiere descubrir el uso hipócrita del símbolo y el lenguaje. No se puede presentar como infamante, desterrar al anonimato y penalizar a lo pornográfico cuando es parte esencial de la manera en que se nos enseña a consumir, ya sean imágenes, productos o incluso vínculos personales. Las piezas muestran el arraigo de la relación entre lo que de manera genérica se entiende como cultura, la práctica del consumo y la sexualidad; presentándolas de manera juguetona, en algunos casos recurriendo a la ambigüedad para generar tensión erótica y dar paso a la fantasía, en algunos otros, como la comida: cruda.
Adriana Jiménez Marín